sábado, 8 de febrero de 2020

Sobre Yunta brava de Julio C. Da Rosa

    De todos los escritores uruguayos que conozco, mi preferido es un coterráneo, Julio C. Da Rosa (1920-2001), nacido en las costas del arroyo Porongos en los pagos de Treinta y Tres. No hay otro escritor que me produzca la ternura que don Julio con sus relatos ni tantos arranques de nostalgia con los recuerdos de mi infancia en el campo. Aunque escribió un poco de todo, mis libros preferidos son sus novelas cortas, como Juan de los Desamparados, y sus libros para niños, como Buscabichos.


    Yunta brava de 1990, es una novela destinada al lector infantil que narra la amistad entre dos niños, un rubio y un negrito, que comparten un corto periodo de tiempo de sus vidas en el campo y que el autor dedica a sus cuatro nietos. Es un relato con tintes autobiográficos sacados de los recuerdos de vida de su autor como lo aclara en un corto comentario final.
Comienza así: "Era un hermoso valle emparedado de sierras un tonto tristonas, por entre las cuales corcoveaba un arroyito casi de juguete...". Narrado en primera persona por Juan, el niño rubio zanahoria, como se describe él, que en el momento en que inicia la acción tiene cinco años y está dejando el chupete. Tiene un hermano pequeño que aun no sale de la cuna y se siente solo. Pero un día su tío Sebastián lo despierta con la noticia de que le van a regalar un hermanito. Las causas exactas de la llegada de Severiano, un negrito de siete años a la casa, no se revelan en la novela. Solo se dice que llegó por recomendación del padre del niño desde las islas del río Cebollatí, amigo del padre del narrador, a través del sargento Olivera. 

Ilustraciones de Álvaro Amengual para Yunta brava.

    Algunas de las expresiones que se usan en la novela para hacer referencia al niño Severiano pueden chocar al lector de hoy, acostumbrado a los eufemismos de una época en que el racismo está siendo vetado, al menos en lo lingüístico, pero la idea general se entiende: crear un contraste entre los dos niños y mostrar que lo que importa es la amistad que se forja entre ellos. Los que en apariencia pueden ser tan opuestos físicamente se descubren muy parecidos, "como astilla del mismo palo" y pasan a ser una "yunta brava" (en el campo se llama "yunta" a la pareja de animales que se atan juntos para realizar algún trabajo), como los denomina el tío Sebastián, testigo de sus pillerías.


    -¿De qué te vino eso?

    -¿Eso qué, decías?
    -Pues el negror, muchacho.
    Me buscó con la mirada y seguramente al encontrarme convertido todo yo, en la pregunta recién hecha, me derramó encima, por primera vez, una carcajada que comparé con un torrente de aguas espumosas, despeñándose sierra abajo. Necesitó varios segundos para volver con la respuesta: -La culpa de este asunto, la tiene un par de negros sinvergüenzas.
    -No me digas... 
    -Claro: los viejos mis padres.
     Una vez que se descubren mejores amigos, serán también compañeros de aventuras junto con el perrito Tango. La hora preferida para sus escapadas es la de la siesta, cuando los adultos duermen. Cazar comadrejas, torear un toro y huir, ser meados por un zorrillo, cosechar la miel de un camoatí... Pero la aventura mayor será comenzar la escuela juntos. El viaje a caballo, las rivalidades entre compañeros, las novias, la relación con la maestra, el baile del pericón con relaciones... Todo narrado en esa ternura, poesía y nostalgia profunda de los recuerdos queridos de quien los vivió, adornados con los dichos de campo que no pueden faltar: "bravo como un alacrán", "como quemado con zapallo", "desconfiado como capincho maicero", "más vivo que una chispa" y muchos dichos de campo más.

    Me tomó de los hombros y me enfrentó a la superficie donde, quince días atrás, habíamos concluido aquella faena paciente y abnegada, de enterar, surco a surco, los dos granos más útiles por aquellos tiempos y lugares. Yo me quedé mudo, contemplando la maravilla que se ofrecía a mis ojos: un ejército enano de miles de hojitas en V, de maíz, y de miles y miles de porotitos semejantes a mariposas, asomando tímidamente a ras del suelo. Pasmado quedé, ante aquel milagro; pasmado, hasta la pregunta:   
    -¿Y esto, papá? 
    -Pues aquello de la grandeza de las cosas chiquitas, que te mentaba ayer. 
    Lo mejor para conocer a Julio C. Da Rosa es recurrir a las ediciones viejas en ventas de libros de segunda mano porque aun son muy escasas las reediciones actuales de este autor uruguayo, en parte, porque la literatura criollista ya no está de moda. Aun así encontré disponible una edición de Sus mejores cuentos publicada por Banda Oriental y dos libros suyos en la Biblioteca País. Mi edición es de Editorial Amauta, año 1991, y tiene unas ilustraciones con línea sencilla en negro de Álvaro Amengual y una corta introducción del coordinador, Luis Neira. 
    Por último, les cuento que Yunta brara ganó el 1er. Premio en el Concurso Bartolomé Hidalgo 1990, de la Cámara Uruguaya del Libro, en la categoría Literatura Infantil. En dos oportunidades lo llevé a clase para leérselo a mis alumnos de 1er. Año (con alrededor de 12 años) y, cada vez que me detenía a explicar alguna expresión del lenguaje gauchesco que pensaba que ellos podrían no entender, la respuesta era: "sí, profesora, ya sabemos. Siga leyendo." Creo que ese es el mayor elogio que se le puede hacer a un autor.
 

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